Tengo algunas costumbres que bordean la perversión. No teman, nada demasiado escabroso, que aquí hablamos pudorosamente de música: por ejemplo, algo me empuja a curiosear cada vez que se cruza en mi camino una banda estadounidense que cante en castellano. ¿Por qué? No sé, será alguna pulsión infantil, porque la verdad es que la inmensa mayoría de esas incursiones suelen acabar en decepción: muchos de ustedes ni se imaginan cuántos grupos de punk-hardcore latino existen ahora allá en los USA, todos sonando parecido, muchos con lírica muy pretenciosa y algunos con un español inconcebible. Vamos, que a veces voy leyendo la letra en Bandcamp y no doy crédito a lo que ha acabado pronunciando un tipo apellidado Fernández o Ramos.
En fin, Plomo no hacen punk ni hardcore, sino pop electrónico, y su vocalista no se apellida Fernández ni Ramos, sino Altagracia, Lidia Altagracia. Tampoco conviene confundirlos, por cierto, con los hardrockeros catalanes Plomo, que cantan en inglés. Nuestros Plomo del día vienen de Nueva Orleans, son un trío que completan Yamil Rodríguez y Wyatt Rosser y facturan un «electro synth industrial pop / dream wave» (la etiqueta es suya) que, en La navaja, suena inquietante y casi brujeril, pero a la vez decididamente pegadizo. Y nada más les puedo contar, porque nada más sé y nada más encuentro: la canción encabeza su primera maqueta, o EP, o lo que sea un lote de canciones difundido en digital, y crece asombrosamente a cada escucha. Yo ni siquiera le había prestado mucha atención el día que me sorprendí canturreando «será por eso, será por eso, será por eso que no puedo salir». ¡Si hasta tuve que consultar de dónde diablos lo había sacado! Ah, se me olvidaba que me parece ideal para dar el toque definitivo de extravío a cualquier disfraz de Halloween.