Por inclinación personal y por trayectoria como oyente, se supone que debería privarme lo gótico: al fin y al cabo, yo me quedé encerrado definitivamente en la música por culpa de The Cure y Joy Division (y de Mike Oldfield, vale) y escucho con cierta asiduidad estilos que guardan cierto parentesco con aquello que llamábamos afterpunk, como el black metal o el folk oscurete. Pero suele ocurrirme que, en cuanto escucho algo gótico-gótico, algo que cuadra sin problemas con las coordenadas de la etiqueta y no solo se solapa con ella de manera más o menos tangencial, me quedo inevitablemente fuera. Creo que es una suma de la edad (siempre la edad) y de la sensación de que estos códigos tribales acaban mutilando las posibilidades de la música, cortándole las alas para que encaje en un molde de fabricación en serie. Son cosas mías, ya.
Siempre que hago una argumentación de este tipo, suele ser para contradecirme en el siguiente párrafo, y aquí estamos ya. La cosa es que llevo un par de semanas escuchando de manera repetida a Kana Kana, un proyecto unipersonal turco que solo puede catalogarse como…, sí, gótico. El ser humano que está detrás de Kana Kana, que responde al bonito nombre de Övünç Dan y es la jovial criatura de la foto, describe lo suyo de manera un poco más larga y muy acertada: dice que lo suyo es «música gótica ligera cantada en turco». Y creo que, contra mi costumbre, lo que me ha enganchado a este álbum es precisamente lo de ligero: son canciones extremadamente melódicas, casi hasta el derroche, y ese punto pegadizo (melancólicamente pegadizo) acaba pesando más que la servidumbre a un estilo. Lo que no sé es si convencerá a los góticos. Como muestra del álbum, todo él sombríamente bello, he elegido este Her Gün Bir Doz, que viene a ser el resumen de sus obsesiones sobre el tiempo y la muerte. El vídeo es un extracto de un cortometraje de Pierluigi de Rubertis filmado en el Cementerio Monumental de Milán.