Es una de esas leyes tontas que se cumplen de manera casi inexorable: uno siempre descubre uno de sus discos favoritos del año un par de semanas después de publicar su lista de discos favoritos del año. A veces es por haberlo visto en alguna selección ajena (y pensar ‘mmmm, ¿por qué no he escuchado yo este?’), pero otras muchas sucede por puro azar, simplemente porque a la realidad le encantan esas travesuras. Pues bien: en mi caso, este año le ha tocado a Since Grazed, el nuevo álbum de los veteranísimos Eleventh Dream Day (que ellos mismos dicen que hace el número «catorce o dieciséis, dependiendo de cómo los cuentes»). La banda de Chicago está en activo desde 1983, nada menos, y es uno de esos grupos que trabajan a su ritmo, sin imponerse los plazos convencionales de la industria: esta vez, han tardado seis años en sacar material nuevo. El disco salió en abril, nada menos, así que he llegado a él con un retraso notable.
Tampoco voy a hacerme el sorprendido en plan fariseo, porque Eleventh Dream Day es uno de esos mil grupos a los que nunca he prestado la atención que sin duda merecen. He repasado mi colección de discos, tan olvidada, y he comprobado que solo poseo una referencia suya: el primer minielepé, de 1987. Les he seguido de manera intermitente y tangencial, así que este álbum es como un cachiporrazo para que me ponga a hacer los deberes. Con un pie o pie y medio en Neil Young (esta canción, sobre todo, sirve como sustitutivo ideal si alguien le añora en Spotify), con ecos de gloriosos artesanos como The Go-Betweens y con la inclinación ocasional hacia el ruido que se les supone por la escena de la que proceden, Eleventh Dream Day se han cascado un disco mayúsculo, clásico y a la vez estimulante. Ahí van siete minutos de cancionaza: en la imagen aparecen pajaritos y tal, pero yo creo que es mejor proyectarse en la cabeza la clásica imagen de faros de coche, paisaje nocturno y, quizá, algo de lluvia.