Foto: Holly Whitaker

Las primeras veces que escuché a Mandy, Indiana estaba convencido de que se trataba de un grupo estadounidense. Supongo que por el nombre, claro, porque las letras son en francés y eso tampoco ayuda mucho a acotar las cosas. Pero resulta que son británicos, de Manchester, con una cantante parisina, por mucho que yo me los imaginase más haciendo el animal en un granero de algún desolado villorrio de la América profunda. Supongo que serán cosas mías, porque lo cierto es que su sonido tampoco aporta muchas claves geográficas: lo suyo es un estilo bastante original (y mira que, en los últimos años, me viene pocas veces a la cabeza este adjetivo) que combina pulsos electrónicos, enérgico tamborileo analógico (desde los redobles marciales de esta canción hasta golpetazos de platos estilo D.A.F.), cierta afición por el ruido sin contemplaciones y, ya lo he dicho, letras en francés que a menudo son más recitadas que cantadas, por mucho que su vocalista Valentine Caulfield proceda del mundo de la ópera.

Mandy, Indiana (que hasta hace poco se llamaban Gary, Indiana, como la ciudad que durante décadas tuvo la mayor proporción de población afroamericana de Estados Unidos) acaban de publicar su primer EP, un curioso artefacto con tres canciones más dos remixes que los empujan decidamente hacia territorio electrónico. Bottle Episode, la primera del lote, nos sitúa con un pie en la pista de baile y el otro en el campo de batalla: «La letra habla de hombres que esperan y avanzan. La guerra no se menciona en ningún momento, pero es obvio que están esperando la muerte. La canción termina con los hombres casi bailando mientras las balas los alcanzan», explica Valentine. Bailemos la guerra, como decían Aviador Dro.