Se supone que el nuevo álbum de Karen Peris, A Song Is Way Above The Lawn, está concebido como un disco para niños, aunque la propia autora discrepa de esas clasificaciones tajantes que, más que abrazar con especial fuerza a una parte del público, lo que consiguen es dejar al resto fuera: «Siempre espero que un disco pueda ser para todas las edades, y con este tenía la particular esperanza añadida de que un niño pueda encontrar algo en él que le parezca amigable, pero musicalmente este álbum tiene mucho en común con los de nuestro grupo y con mi disco Violet», ha explicado Karen, conocida por encabezar junto a su marido The Innocence Mission (un grupo de larga trayectoria que, habrá que reconocerlo, suele quedar fuera de mi radar). El caso es que las canciones de este nuevo álbum tienen mucho de esa inocencia que aparece en el nombre de la banda madre, aunque los adultos la apreciemos pasada por el filtro de la melancolía, y obran ese efecto de limpiar con agua fresca nuestro ánimo enfangado.

I Would Sing Along, con su tono quebradizo a lo Belle & Sebastian y con los hijos de Karen a cargo del violín y la viola, sirvió como adelanto del disco hace ya tres meses, pero yo no la había escuchado hasta ahora, cuando ha salido el lote entero. Y es muy bonita, claro: utilizo adrede ese adjetivo tan delicado, bonito, porque imagino que el tono puede repeler a aquellas personas que mantienen una relación de cierta distancia con la belleza convencional. La canción está inspirada por un reportaje sobre el canto casi subsónico de los elefantes y en la letra salen ellos, los entrañables paquidermos: uno esta entonando una nana en las escaleras del edificio y Karen quiere sumarse a su canto y saludar con la mano a los coches que pasan, mientras que otro elefante aparece pintando y quizá «recordando sus vacaciones en la costa con la familia», y Karen desea acompañarle a nadar y a buscar conchas cuando baje la marea. A mí me encanta, pero mi hija pequeña me reclama que le ponga «algo más loco».