Foto: Paal Kvamme

Seré sincero. En el cerebro tengo una estantería con la etiqueta ‘música de buen gusto’, donde archivo referencias que, la verdad, no suelen entusiasmarme demasiado: son discos elegantes, impecables, normalmente cercanos a las raíces y aptos para mencionar con lucimiento en cualquier lugar, pero que, en fin, me dejan insatisfecho. Soy un poco bruto, qué le vamos a hacer. ¡Soy el tipo que se aburrió mortalmente viendo en directo a los Jayhawks! Pues bien, en este disco que traigo hoy hasta hay un jayhawk, Gary Louris, además de otros ilustrísimos como Tony Garnier o Mitch Easter, y el resultado encaja como un guante en esa categoría teórica de la que hablaba: se trata del nuevo álbum del veterano Steve Almaas, que empezó su carrera con el guitarreo de Suicide Commandos, una de las bandas que detonaron el punk de Minneapolis, pero ahora transita sendas más apacibles.

Y, primera contradicción, resulta que el disco me gusta mucho y lo estoy escuchando un montón. Aun así, seguramente no habría aparecido por aquí si no incluyese una canción que se aparta de la tónica general. Y que, segunda contradicción, corresponde a otra estantería de mi cerebro a la que suelo tener todavía menos aprecio: ¡la de ‘canciones con ukelele’! Resulta que a Almaas le dieron uno de estos instrumentos y no pudo evitar ponerse a trastear con él. A la mayoría nos regalan un ukelele y acabamos tocando Cumpleaños feliz, pero él ha compuesto Down By The Lake, un encantador dueto (con Daria Grace, según deduzco de los créditos) de música «anticuada», tal como la describe el propio Almaas. Parece una canción salida de las nieblas del tiempo, de algún disco olvidado de pizarra que empieza a girar en una habitación llena de fantasmas, y me encanta.