La semana pasada teníamos por aquí a Whispering Sons, un grupo europeo (belga) con una vocalista de voz profunda. Y hoy seguimos en las mismas coordenadas, con una solista europea (de adopción) que también saca partido de una voz grave y dramática. Soy un recién llegado al mundo de Michelle Gurevich, aunque veo por ahí que ha acumulado un contingente nutrido y leal de seguidores, y lo cierto es que esta canción se me ha instalado tozudamente en el cerebro tras superar cierta resistencia inicial por mi parte, porque le apreciaba y le aprecio un aire de estar construida con retazos de otras canciones. Y eso de vencer mis prevenciones siempre lo contemplo como un mérito, siempre lo digo. En fin, las presentaciones: Michelle Gurevich es una «escritora de baladas» canadiense, hija de emigrantes rusos (y criada en ruso), que ahora reside en Copenhague. Por si ese bosquejo biográfico no fuese ya una buena ensaladilla cultural, gran parte de su carrera musical la ha hecho bajo el desorientador nombre artístico de Chinawoman.
La espléndida letra de No One Answer (la tienen entera en Bandcamp, porque merece la pena) insiste una y otra vez en que no hay una única respuesta ante la vida: expone Michelle que, puesta ante una disyuntiva, ella siempre preferirá las dos opciones. «Dame un palacio para vivir / y sentiré la necesidad de montar una tienda sobre una piedra. / Necesito la ciudad y la multitud, / necesito los campos agrestes y sagrados», repasa. Toda la canción está armada a partir de estas contraposiciones: «Dame un marido y te pediré una novia», por ejemplo, o «dame un Porsche y aún me pondré a hacer dedo», o «necesito los clubes y las raves / y entonces retirarme a mis cuevas», o «dame un ángel y la semilla de Satán», o «dame las grandes luces del éxito / y la inocencia del principiante». Y también: «No le pedirías a un zapatero que cante, así que ¿por qué esperar que una persona te lo dé todo?». La música de este himno vital es algo así como un cruce de I Will Survive y Close To Me, medio cantado y medio recitado por una hermana de Leonard Cohen, y uno va luego por la calle y se lleva el ritmillo latiéndole en la memoria.