De los muchos cambios que ha experimentado el consumo de música en los últimos años, uno de los más peculiares (y de los más entretenidos) es que buena parte de nuestras escuchas quedan registradas, contabilizadas, de manera que podemos echar la vista atrás con una precisión matemática. En mi caso esto resulta especialmente válido, porque las reproducciones digitales constituyen la porción dominante de mi dieta sonora: lógicamente, los discos físicos que uno se pone en casa no quedan tabulados en esta contribución personal al big data y solo quedan archivados al modo tradicional, en nuestra memoria humana, tan encantadoramente frágil. La web Last.fm, que se ocupa de llevar las cuentas de las reproducciones, ha publicado hoy su informe del año recién terminado: compruebo así que el artista que más he escuchado en 2020 han sido Joy Division (sí, recaí en una pequeña fiebre a raíz del cuarenta aniversario de la muerte de Curtis), seguidos por Futuro Terror, Vivaldi, Bach y Gustave Tiger, un curioso ramillete. Y la canción que más veces he reproducido ha sido el No te puto pilles de Pantocrator, ninguna sorpresa ahí, con los siguientes puestos de honor reservados a Wayfaring Stranger (en versión de The Haden Triplets), Prism (de Cold Beat), Turned To String (de No Age) y Sky Diver (de Jaye Bartell). Me asegura Last.fm que he estado escuchando música el tiempo equivalente a 101 días y 16 horas, un 41% más que el año pasado: ¡he ahí el lado positivo del confinamiento y el teletrabajo!
Como estos primeros días de enero constituyen una especie de tierra de nadie, o de tiempo de nadie, he pensado dedicar la primera entrega de la canción de la semana de 2021 al tema que más veces haya escuchado en 2020 y que sea susceptible de aparecer en la sección: ya saben que me tengo prohibido repetir artista, así que la mayoría han aparecido ya por aquí y no son aptos. Al final, uno se me ha hecho poco y he decidido destacar dos, de artistas que además son paisanos y que, pese a las diferencias obvias, parecen compartir cierta querencia por los márgenes de la industria. El primero ya aparece entre esos cinco que he citado arriba: No Age son un dúo californiano que lleva quince años produciendo interesante noise rock, con espíritu libre y actitud sanamente independiente. Yo los sigo de manera esporádica, y no sé bien por qué, ya que siempre que les presto atención me sorprenden con su energía, sus chispazos de melodía adictiva, su coherencia y su difícil equilibrio, podríamos decir, entre lo destructivo y lo constructivo. En junio lanzaron Goons Be Gone, su quinto álbum, con este Turned To String como ariete más eficaz para invadir nuestra conciencia.
La otra canción ocupa el puesto 15 entre los temas que más he escuchado en 2020 y está firmada por Sam Burton, el tipo de la foto de arriba, un cantautor de Utah afincado en California que llevaba unos cuantos años editando casetes subterráneas (y de descarga gratuita en Bandcamp) y que este otoño ha editado su álbum de debut, I Can Go With You. Es uno de esos discos cuya fecha resultaría difícil adivinar sin más pistas, porque parece una joya olvidada de finales de los 60 o principios de los 70, una expedición de folk cósmico que se mueve por coordenadas compartidas con Tim Buckley o Tim Hardin (a quien, por cierto, nuestro hombre ha versionado hace unos días), pero al que quizá se le pueda encontrar también parentesco con la delicadeza narcótica de Mazzy Star (y, de hecho, Burton ha militado, y creo que sigue militando, en bandas de shoegaze y dream pop). En I Am No Moon, el tío ha redondeado una canción en la que perderse: ha sido un buen refugio para momentos feos de 2020 y puede seguir sirviendo en 2021, si el año nuevo se pone chungo. Que espero y les deseo a todos que no.