Sé que a buena parte de los lectores de este blog, roqueros encallecidos y expertos en oscuridades, la canción de esta semana les va a parecer un disparate. A lo mejor yo pensaría lo mismo, pero aquí estoy, con ella metida en la cabeza, y siempre he creído especialmente en las canciones que, de alguna manera, te gustan en contra de tu voluntad: es la manifestación máxima del poder de la música, lo contrario al fanatismo de estar predispuesto a aplaudir todo lo que produzca un artista. Ya me enganché de manera irremediable al anterior single de Rebe, Si mirarte es delito q me lleven a prisión, y ahora he vuelto a caer con este Jamón (o jamon, si respetamos su título oficial) que no sé muy bien en qué corriente actual encaja, si es que encaja en alguna: es como una estilización contemporánea del baladismo español de los 70, hasta el punto de que, tras la intro instrumental, bien podría entrar la voz de Jeanette, la favorita de Rebe. Es una música que tiene algo de ensoñación preciosista, como si la escuchases a través de vapores de opio, y ese efecto se corresponde con la singular estética de los vídeos de la artista, una abigarrada combinación de erotismo velado, texturas de tejidos, decadencia decimonónica y atmósfera íntima y casi asfixiante. Pero, ojo, todo esto va acompañado de una puntería melódica admirable, de unos arreglos sorprendentes y de un saludable gamberrismo, a menudo desconcertante en este contexto: ahí tienen la letra de Jamón, hecha de versos tan inesperados como «por Navidad yo quiero que me des un jamón», «si crees que yo te gusto, pulsa el número dos» o el definitivo «soy más tonta que un lápiz, ¿a quién le importa?, a mí no».

¿Y quién es Rebe? Pues Rebeca Díaz, una chica madrileña que se hizo un nombre en internet a través de versiones domésticas y amateurs de temas como Un ramito de violetas, Ni una sola palabra o Corazón partío y que graba para Elefant con su cómplice el productor Cardevore. Venga, déjense embriagar con jamón.