Jaye Bartell, el chico del globito, es un cantautor de Massachusetts afincado en Nueva York que ha titulado su cuarto álbum Kokomo, como aquella canción con la que los Beach Boys tuvieron un inesperado retorno a primera línea en los 80, pero lamentablemente no la versiona: para él, Kokomo supone un puente hacia la infancia, ya que dice que es la única canción que a su madre le gustaba de manera evidente. En realidad, el disco (o, al menos, algunas de las canciones, como la que he escogido para la sección) remite poderosamente a otro personaje menos soleado de los 60: Bartell es un heredero más o menos claro de Syd Barrett, con canciones juguetonas en las que la melodía parece distorsionarse, como si alguien hubiese estirado traviesamente de algunas notas, o quedarse atascada en algunos rizos melódicos. Con su voz grave y tirando a monótona, a veces tiene algo de Leonard Cohen contemplado a través de un caleidoscopio, con una curiosa instrumentación de pop barroco en la que no faltan mellotrones, clavecines, clavicordios y «juguetes de circo».
A mí el disco me tiene muy enganchado y me habría quedado igual de satisfecho eligiendo cualquiera de sus diez canciones, pero Sky Diver fue mi primera debilidad y he decidido mantenerme fiel a ella: «Te tiraste en paracaídas sobre mi vida / y perforaste las nubes / con los brazos extendidos / de manera que la luz del sol se derramaba / con tu forma».