Unos más y otros menos, pero al final todos solemos incurrir en cierta medida en el vicio de hozar en nuestro nicho estilístico favorito y perdernos un amplio espectro de la música que queda fuera de él. Yo qué sé, dedicamos el tiempo a escuchar un disco de post-punk que es exactamente igual a otros dos mil discos de post-punk (pongo el ejemplo que más puede tocarme a mí, pero lo mismo vale para la Americana, el black metal o cualquier subgénero o infragénero que se les ocurra) y no prestamos atención a infinidad de propuestas que consideramos ajenas a nuestros gustos. Por fortuna, de vez en cuando llega esa canción fresca y estimulante que nos hace conscientes de nuestra propia cerrazón e incluso nos lleva a cuestionarnos nuestros hábitos de escucha: pues bien, la última que ha obrado en mí ese efecto tan saludable es nuestra canción de esta semana, Fundo de marê palinha, y puedo decir que el entusiasmo se ha contagiado a mi familia. No ha hecho falta mucho empeño, porque ya acabaron cantándola LA PRIMERA VEZ que la oyeron.
Fundo de marê palinha da título y abre el único disco de Voz di Sanicolau, un septeto de Cabo Verde (concretamente, claro, de la isla de Sanicolau o São Nicolau) que solo dejó un legado de seis canciones registradas. Las grabaron en 1976 en Rotterdam, destino habitual de la diáspora caboverdiana, pero la vida se impuso, qué antipática, y los miembros de la banda tuvieron que volver a sus trabajos en lugar de perseguir las fantasías del éxito. Ahora, el imprescindible sello Analog Africa recupera del olvido estas seis canciones efervescentes, trepidantes y a la vez impregnadas de esa melancolía de fondo que la mayoría conocimos a través de Cesária Évora. Lo que hacen Voz di Sanicolau es coladeira, una suerte de versión acelerada de la morna, con una instrumentación que combina las guitarras eléctricas y el pequeño cavaquinho portugués y con dos vocalistas (Joana do Rosario y Tô-Zé) a los que esta pequeña eternidad transcurrida no ha restado un ápice de su fuerza. Abran la puerta del nicho, ventílenlo un poco y canten (bueno, tarareen) con nosotros este derroche rítmico y melódico.