Hay canciones que nos enganchan de manera irracional, casi subliminal. Se nos introducen en el subconsciente por alguna rendija, se hacen fuertes allí y se adueñan de nosotros en cuanto tenemos un momento de distracción: vamos por la calle tarareando, silbando, canturreando, sin darnos cuenta siquiera de qué es esa melodía que nos acompaña mentalmente desde que nos hemos levantado de la cama. Pues bien, yo llevo un par de semanas con el instrumental Watson’s Telescope en mi viejo radiocasete cerebral y tengo la sensación, además, de que sigue reproduciéndose como música de fondo de mi vida hasta cuando no me doy cuenta.
Lo cierto es que parece una canción especialmente indicada para ello, con esa condición tan cercana a la melodía recordada, soñada quizá, como perteneciente a otras coordenadas espacio-temporales. La firman Plone, un dúo británico (antes trío) con una trayectoria peculiar: pertenecían al entorno de Broadcast (todo aquel asunto de la hauntología, la nostalgia retrofuturista, las ensoñaciones musicales que combinaban añoranza y anticipación) y editaron un álbum en 1999, pero el segundo se quedó perdido en algún limbo puñetero y nunca llegó a salir de manera oficial. Y ahora reaparecen de pronto con sus teclados vetustos en el sello Ghost Box, una escuadra que parece diseñada especialmente para ellos. “Plone crean electrónica que es alegre y melódica sin ironía, con base en la library music, la televisión infantil y una profunda pasión por la historia de la tecnología musical”, explica su texto de presentación. Prepárense para bambolear la cabeza a los sones de Watson’s Telescope durante tres minutos y medio o, quizá, durante unos cuantos días.