Me imagino que todavía nos queda mucho por descubrir de la cosecha de álbumes austeros que nos ha traído y nos va a traer el confinamiento. Se trata, claro, de una austeridad forzosa, una escasez de clausura, aunque en el ejemplo que traemos hoy (y que, por ahora, es mi favorito de este género coronavírico) da la impresión de que el artista no habría hecho las cosas de manera muy diferente aunque hubiese tenido toda la libertad y todos los medios. Lo que probablemente se haya visto más afectado por la situación es su ánimo. De todos los sitios del mundo, el cantante y guitarrista estadonidense Buck Curran, cincuenta por ciento del dúo de folk psicodélico Arborea, fue a establecerse en Bérgamo, la ciudad italiana donde la pandemia golpeó muy pronto y muy fuerte, y esa experiencia de encierro en mitad del horror ha alimentado su tercer álbum, el fantástico No Love Is Sorrow. La suya es una rica sobriedad poblada de guitarras y piano, con su esposa Adele Pappalardo aportando algunas voces, y el repertorio va serpenteando entre improvisaciones en plan fingerpicking (Buck es un gran admirador de referentes como Robbie Basho) y pasajes más desasosegantes y experimentales (ahí está el instrumental pianístico Django (New Years Day), como un emborronamiento de la memoria), pero también con canciones tan preciosas como este Ghost On The Hill (y otras que han competido ferozmente con ella por este huequecito en la sección, como Deep In The Lovin’ Arms Of My Babe).
“Golpea la lluvia, / estoy conduciendo hacia casa. / Esa casa está vacía, / sobre la colina, sola, / y allí el fantasma me espera, te espera”, dice el primer estribillo de esta canción sobre los espectros que nos va dejando el paso del tiempo.