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Canciones de la semana: ‘Emerald Dream Eyes’ y ‘Benetint & Malevolence’

 

Ya, ya, a qué viene esta manía nueva de elegir las canciones de la semana a pares. No sé si tendrá que ver con estas condiciones raras en las que estamos viviendo, pero el caso es que se me acumula el material y me da rabia no comentarlo por aquí. De hecho, tengo que confesar que en principio eran tres las canciones de la semana, pero me ha parecido abusar y he recortado una del lote. El viaje original (Australia, Reino Unido, Francia) ha perdido la última escala. Excusez-moi.

Arrancamos, por tanto, en Australia, más concretamente en Melbourne. New War son un cuarteto con el rasgo distintivo de no utilizar guitarras, aunque esa decisión no priva de fuerza a unos directos con fama de intensos y ensordecedores. Su tercer álbum, que es el que nos ocupa, parte de un planteamiento que condiciona totalmente su sonido: a New War les encargaron que compusieran un repertorio para un concierto en el Ayuntamiento de Melbourne, con la condición de que tenían que emplear el imponente órgano de 9.568 tubos que es uno de los orgullos de la institución y de la ciudad (y sí, quizá suene raro, pero el Ayuntamiento suele albergar conciertos y exposiciones de manera habitual). El disco es la grabación de aquel concierto, en el que New War alternaron pasajes maniacos deudores de Suicide (y cómo tenía que sonar eso en el lugar, con la gran máquina de ruido que es el órgano funcionando a pleno rendimiento) y remansos contemplativos como Emerald Dream Eyes, que en realidad también puede recordar a los Suicide más apaciguados, del mismo modo que podríamos insertarlo en mitad de una playlist de Spacemen 3 o de Mazzy Star sin llamar demasiado la atención. Son cinco minutos de recogimiento y belleza.

 

 

Y desde Melbourne saltamos a Brighton, en el Reino Unido, para encontrarnos con el tema que abre el álbum de debut de Slum Of Legs, el sexteto de «noise-pop feminista y queer» que tienen en la foto de arriba. Su nombre viene de una cita del diseñador Eero Saarinen (sería algo así como el suburbio de las patas, porque entiendo que se refería a un mueble), sus canciones van sobre «fantasmas, arquitectura, género, soledad, buen pelo y muchas otras cosas importantes» y su idea original era sonar como «las Shaggs en el espacio». Cuenta la vocalista que la idea de formar un grupo surgió así: «Fui a un festival y allí estaban todas aquellas bandas con un montón de barbas. ‘Esto es aburrido’, pensé, ‘¡tantas barbas, tanto olor a pedo!’». Ji, ji… En fin, también aquí tengo que referirme a la instrumentación, porque el violín marca el sonido de la magnífica Benetint & Malevolence. Y un comentario al margen: me resulta imposible escucharla sin que la cantante me recuerde a la vocalista de los barceloneses Pantocrator, aunque a lo mejor es una obsesión mía.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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