Muchas de las músicas que oigo desde hace treinta años acaban, de alguna manera, domesticándose: me las sé tan bien que, más que escucharlas, las repaso, como comprobando que todo sigue igual. Por alguna razón, con D.A.F. no me sucede eso: sus canciones siempre me suenan frescas y nuevas, como si esa austeridad esquemática de la que hicieron virtud impidiese el conformismo de la costumbre. El dúo alemán, lo digo siempre, es una de esas contadas bandas que pueden presumir de haber creado un estilo propio y de haberse convertido, además, en un fenómeno insular, ya que sus herederos solían ser en realidad muy distintos de ellos. Su música es única, tan estimulante hoy como cuando la crearon, y también inagotable en su brillante sencillez y en su extraña dualidad, a la vez radicalmente maquinal y radicalmente humana. Y su estética, con esa combinación de sexo, fetichismo y militarismo, siempre resultó mucho más convincente que la de tantas bandas que aspiran a epatar con postureo turbio. Deutsch Amerikanische Freundschaft, vamos a poner al menos una vez el nombre completo, eran una de mis bandas favoritas (escribí de ellos aquí, aquí, aquí…) y seguramente encabezaban mi lista de grupos pendientes de ver en directo. Ya no podrá ser: el vocalista Gabi Delgado-López, un cordobés cuya familia emigró a Alemania cuando era un crío, ha fallecido a los 61 años, según ha confirmado el otro 50% de la banda, Robert Görl. Se frustra también ese proyecto de reportaje que me planteaba desde hace años (y que, seguramente, nunca habría llegado a hacer), que consistía en tratar de entrevistar a Palmolive, Cristina Martínez y el propio Gabi, tres españoles emigrados que desempeñaron un papel de importancia en otras tantas escenas apasionantes.

No, canciones como esta nunca sonarán domesticadas, ni tampoco viejas.