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Doctors Of Madness, a destiempo y bien

 

Hoy me he enterado, con cierta sorpresa, de que Doctors Of Madness acaban de editar un álbum nuevo cuando ya han pasado más de cuarenta años del anterior. Se titula Dark Times y, en realidad, de la banda original solo queda el insustituible Richard Strange. La novedad me da pie para repescar este reportaje que publiqué hace un par de años en la revista Musi-K sobre esta banda con mala pata, a la que en su momento telonearon Sex Pistols, The Jam o Joy Division.

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Cuando arrancó la segunda mitad de los 70, Doctors Of Madness eran la gran promesa de la música británica, una banda llamada a un estrellato inminente y masivo. Pero, cuarenta años después, el dato que se suele citar para resaltar su importancia no solo es absolutamente ajeno a su obra, sino que además subraya el motivo principal de que tantas expectativas acabasen frustradas: el vínculo más claro de Doctors Of Madness con la primera división del rock son, qué le vamos a hacer, sus teloneros, una lista apabullante en la que aparecen los mismísimos Sex Pistols (en su primer concierto fuera de Londres), The Jam (que calentaron el escenario para ellos más de una vez) y Joy Division (cuando todavía se llamaban Warsaw). Los pobres Doctors Of Madness son uno de los casos más evidentes de artistas que iniciaron su carrera en el peor momento, ya que la presión arrolladora del punk les dejó sin suelo bajo los pies, al otro lado de un tajo generacional que resultaba tristemente obvio al compararlos con sus pujantes teloneros.

En realidad, en muchos aspectos, Doctors Of Madness eran unos adelantados a su tiempo, una expresión trillada con la que muchas veces se trata de justificar algún fracaso estrepitoso. Pero, en su caso, parece innegable que anticiparon muchos rasgos que se volvieron comunes e incluso rutinarios con el punk y que resultaban francamente anómalos en 1974, el año en el que se inició su carrera. Su vocalista y guitarrista, el carismático histrión Richard Kid Strange, ha dejado clara su opinión en una entrevista con Louder Than War: «No es que viésemos venir el punk: es que nosotros ÉRAMOS punk, o una forma de punk, antes de que le hubiesen puesto nombre. Cantábamos canciones rápidas, no teníamos ninguna pretensión de virtuosismo instrumental, éramos chulos y arrogantes en el escenario, llevábamos camisetas, pantalones con cremalleras, ropa militar de campaña, maquillaje, gafas oscuras… Yo era Kid Strange y los demás eran Urban Blitz, Peter DiLemma y Stoner. Yo llevaba el pelo azul, cantaba sobre paranoia urbana y colapso mental, sobre sistemas de control y paisajes distópicos. Si no éramos el Jesucristo del punk, desde luego éramos su Juan el Bautista».

Y no le falta razón: su imagen, su actitud, el truco de los apodos y la temática de sus canciones acabarían incorporándose a la quintaesencia del movimiento punk. Incluso sus referencias eran impecables, hasta el punto de que avanzaban el catecismo de gran parte del rock alternativo de los 80: Strange era fanático de The Velvet Underground (algo que hoy puede parecer vulgar, pero que entonces no lo era en absoluto) y lector apasionado de William Burroughs, en cuya técnica del cut-up se inspiró para sus letras. ¿Qué fallaba, entonces? Tal vez la clave radicase en que su música quedaba a medio camino entre el glam (con ciertos toques, ay, de rock progresivo) y lo que justo después sería el punk: Urban Blitz, al fin y al cabo, tocaba el violín eléctrico, que no era un instrumento muy habitual en las formaciones de la época, y muchas de sus canciones suenan irremediablemente caducas si se las somete a una criba poco compasiva. Pero también puede suceder que el elemento decisivo fuese, simplemente, que ya estaban ahí -para colmo, como apuesta de una gran discográfica, Polydor- y eso los marcaba inexorablemente como residuos del odioso pasado.

El propio Strange fue dolorosamente consciente de ello aquella noche de mayo de 1976 en Middlesbrough, cuando presenció la actuación del grupo de irritantes mocosos encabezado por Johnny Rotten: «En cuanto escuché a los Pistols, supe que estábamos acabados. De repente éramos demasiado viejos y no podíamos hacer nada para remediarlo. ¡Yo tenía 25 años y era demasiado viejo para el rock! Todo lo que estábamos intentando hacer quedó desmantelado aquella noche. Yo sentía pura envidia», ha relatado sin rodeos a 3:AM. Para colmo, mientras Doctors Of Madness estaban en el escenario, los Sex Pistols (parece que, más en concreto, Steve Jones) saquearon el camerino y birlaron doce libras que Strange llevaba en el pantalón, como si quisieran infligir la humillación definitiva. El propio Jones le invitó un par de décadas después a su programa de radio y aprovechó para reintegrarle la pasta, mientras que Rotten, en su faceta de respetable señor Lydon, le envió hace doce años un billete de cincuenta dólares en el que había escrito ‘devuelto con intereses’.

Doctors Of Madness editaron tres álbumes y se separaron en 1978, tras una breve etapa en la que Strange compartió tareas vocales con su amigo Dave Vanian, el de Damned. Después, el cantante, un sujeto irremediablemente singular, editó algún disco interesante en solitario (en The Phenomenal Rise Of Richard Strange planteó una historia que hoy ha adquirido especial resonancia, acerca de un icono pop reciclado en político populista) pero sobre todo supo reinventarse: fundó Cabaret Futura, un espectáculo en el Soho londinense que combinaba música, poesía, striptease, circo y cualquier otra cosa que se terciara, al que invitó a tocar a unos jovencísimos Depeche Mode (quince libras les pagó), a Soft Cell y a los Pogues, y también emprendió una carrera como actor que le ha llevado a trabajar en papeles secundarios con Martin Scorsese, Tim Burton, Neil Jordan y Harmony Korine. ¡Hasta hace de mortífago en una de Harry Potter!

Pero, pese a la mala pata que define al grupo, nunca se ha llegado a extinguir un activo foco de fans de Doctors Of Madness, que incluye unas cuantas figuras de lo más variopinto: desde Julian Cope, el druida mayor de lo progresivo, hasta el vocalista de Def Leppard, Joe Elliot (que los ha descrito como «monstruosamente brillantes»), pasando por músicos de tanto pedigrí como Cabaret Voltaire o Spiritualized.

He aquí el sencillo del nuevo disco…

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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