La idea de placeres culpables nunca tuvo ningún sentido. Lo verdaderamente culpable y digno de castigo sería que a uno solo le gustasen las cosas previsibles, la dieta sonora de su tribu, lo que prescribe algún árbitro tontorrón. Lo estuve pensando el otro día, en el concierto de Izar & Star, mientras me maravillaba […]