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A tope con la tuba

Creo que este mundillo de la música sería un lugar mucho más sano si todos reconociésemos qué discos ilustres no hemos escuchado jamás, en vez de poner cara de póquer y ratificar su importancia con un gesto de erudita suficiencia. Con mis lagunas se podría llenar una enciclopedia, desde luego: hay unos cuantos álbumes de los Beatles o los Stones que jamás han pasado por mis oídos, por poner dos ejemplos escandalosos, y soy un ignorante radical en cuanto a la obra de Bob Dylan o Van Morrison, ya ven qué bluff. A veces, yo mismo me sorprendo, y a eso iba: la semana pasada me di cuenta de que nunca había escuchado el álbum de debut de David Bowie, que salió el mismo día que el Sgt. Pepper’s (tampoco piensen que ese lo he oído mucho) y por lo tanto cumple hoy cincuenta años. Aquel disco, el primero de los David Bowie de David Bowie, fue un fracaso más o menos notorio, que no permitía concebir muchas esperanzas sobre el porvenir como estrella de aquel veinteañero.

Hoy publico en nuestra revista online para suscriptores (si lo son, pinchen aquí) un reportajito sobre el disco, muy peculiar por su marcada influencia del music hall, que podría emparentarlo con los Kinks más cabareteros, y el uso abundante de instrumentos tan inesperados como la tuba. Tiene una fama atroz, pero he decir que a mí me ha gustado mucho: me enganchó desde la primera canción, ese Uncle Arthur que cuenta la historia de un treintañero incapaz de irse de casa de su madre. ¿He dicho ya que, además, las letras son todas estupendas?

Ahí les va, por si no lo han escuchado nunca. O por si les apetece revisarlo, claro.

 

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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