Cada vez resulta más improbable, pero a lo mejor a ustedes les pasa como a mí y tienen algún amigo que sigue escuchando casetes. Quizá, quién sabe, ustedes mismos forman parte de ese colectivo exiguo y decreciente. Durante un tiempo, los coches viejos fueron un ámbito singular donde solía sobrevivir el entrañable formato, pero me da la sensación de que cada vez quedan en circulación menos automóviles con radiocasete, aunque ahora el parque móvil se ha convertido en la reserva del cedé, otro objeto geriátrico en recesión. En cualquier caso, la sensación de que la casete está extinta es errónea, porque se siguen publicando cantidad de referencias en cinta, sobre todo de músicas extremas y experimentales: si consultamos en Bandcamp, las últimas novedades son de Merchants, En Attendant Ana, Reverse y Lieven Marlens. Y a principios de este mes se celebró el Cassette Store Day, con ediciones especiales y limitadas en cinta de artistas como Courtney Barnett, Allah-Las, Ramones o Big Star.
En este mundo posmoderno hay alguien que acaba de pagar 3.700 euros por una casete. Se trata, encima, de una casete de hace veintiún años, aunque al menos es original y no una TDK grabada de la radio. Hablamos de una de las escasas copias existentes de The Versace Experience – Prelude 2 Gold, una cinta de Prince (bueno, de Prince cuando ya no era Prince) que se repartió en el desfile de Versace de la Semana de la Moda de París de 1995. Me da un poco de rabia, porque le ha arrebatado el récord de Discogs (el equivalente global de los viejos mercadillos de segunda mano) a la caja de veintiséis cintas de Throbbing Gristle, y me parecía de cierta justicia que fuese un grupo de la escena industrial, tan amante del formato, el que encabezase la tabla. Ahora solo falta que el comprador ponga la cinta y, como sucedía tantas veces, se le enganche en la pletina.