A Giant Dog son reyes del orden alfabético y de la frase desconcertante: de no estar prevenido, cualquiera miraría de manera un poco rara a quien dijese que ha comprado entradas para ver a un perro gigante. Además de eso, también son una de las muestras recientes más admirables de la escena de Austin, esa ciudad con superproducción de músicos un poquito grillados. Así presenta al quinteto su nuevo sello, Merge: «Sus canciones están hechas por y para los perdedores, los freaks y los inadaptados. Para los solitarios. Para los salidos terminales. Para los que se beben hasta el agua de los floreros y los amantes de la fiesta. Ninguna banda habla mejor a los corazones de los holgazanes, los que están quemados, los roqueros, los zorrones y los raritos», con perdón por los apaños un poco osados en la traducción.
Publicar en Merge ha supuesto un bienvenido ascenso de categoría para esta curiosa pandilla, encabezada por la enérgica y descarada Sabrina Ellis, cuya energía en directo la ha llevado a ser comparada con un Iggy sin amojamar. Pero la nueva dignidad no parece haberles cohibido en exceso: los sencillos de adelanto sonaban más que prometedores (ya lo dijo el blog hermano Velvety) y el álbum, editado hoy mismo, supera las expectativas, con quince cortes de rock frenético y gozoso, cómodamente instalado entre el punk, el garaje y el glam. Resulta particularmente memorable la apabullante andanada inicial de cuatro canciones, en la que se incluye mi favorita, esta pegadiza y casi hardrockera Sleep When Dead.