A la hora de hablar de Skating Polly parecen existir dos tendencias contrapuestas. Una consiste en dejar claro desde el principio un rasgo extraordinario del dúo de Oklahoma: su edad. Ahora la cosa es más normal, claro, porque Kelli Mayo (rubia en la foto) tiene ya 15 años y Peyton Bighorse anda por los 19, pero las muchachas llamaban bastante la atención cuando empezaron con su grupo, hace ya seis años. Su primer álbum, de los tres que llevan editados, tiene fecha de 2011, y resulta curioso escuchar los temas que cantaba la Kelli de 11 añitos, con una decidida voz infantil sobre su sonido crudo y seco de guitarra y batería. La otra postura (y aquí me siento obligado a enlazar el artículo del gran Everett True donde me enteré de su existencia) es la de desechar el asunto de la edad como un dato accesorio, irrelevante, casi amarillista, ya que las canciones de Skating Polly se sostendrían con la misma solidez si las firmase gente de treinta, cuarenta o sesenta años.
Kelli y Peyton son hermanastras, esa palabra tan fea en español. Vamos, que se conocieron cuando el padre de la primera y la madre de la segunda se hicieron pareja. En esta canción verán a Peyton encargándose de la voz y la guitarra y a Kelli a la batería y los coros, pero esos roles son intercambiables, aunque Kelli, en vez de una guitarra convencional, se ha acostumbrado a usar un híbrido de guitarra y bajo que le construyó su padre para que no se hiciese daño en los dedos. Ambas suelen tocar también, cuando se tercia, los teclados. Su música, que ellas definen como «ugly pop», es heredera directa de las riot grrrls y del grunge, muy especialmente de Babes In Toyland, que se las han llevado de teloneras en su última gira, pero a mí este Nothing More Than A Body me hace pensar inevitablemente en las Breeders, con su sencillez primaria, certera y adictiva. Cuántos grupos pagados de sí mismos deberían aprender una o dos lecciones de esto.