Yo creo que no me había puesto antes a escuchar a Torres por culpa de su nombre, que me sonaba a una mezcla de brandy y futbolista y me motivaba poco, pero he acabado picando en una canción de su segundo álbum y me he quedado enganchado. Así que, por si les pasa lo mismo, les aclararé que la estadounidense Mackenzie Scott, la chica de la foto, no se hace llamar Torres por ninguno de esos dos referentes, sino simplemente porque ese era el apellido de su abuelo materno. Vamos, que si fuese española se llamaría Mackenzie Scott Torres, pero nació y creció en Georgia, absorbiendo influencias bíblicas que afloran con bastante frecuencia en sus composiciones. En esta misma, Sprinter, que da título al álbum, aparece un cura con cierta afición por la pornografía. «Trata sobre mi amor y mi aprecio por cómo me educaron, pero también sobre mi deseo de escapar», ha explicado Torres.
El disco entero es estupendo. Pendula entre la canción oscura y el grunge de autor, con letras sobre desgarros de familia (por ejemplo, su propia condición de hija adoptada) y otras relaciones problemáticas. Mackenzie lo grabó en Inglaterra y ha contado con la colaboración de músicos ilustres: ahí están Adrian Utley, de Portishead, y dos miembros de la banda de PJ Harvey, con la que se la suele comparar una y otra vez. Ella dice que no le importa la referencia recurrente, porque le gusta mucho Polly Jean, aunque parece que sus dos grandes ídolos son Johnny Cash y St. Vincent. Que empiece el sprint.