En la experimentación literaria del siglo XX, el peso de Irlanda es enorme e ineludible, con figuras tan monumentales como James Joyce o Samuel Beckett, pero en el terreno de las vanguardias musicales su contribución no es tan conocida. Un grupo de investigadores, encabezados por la compositora y cantante Jennifer Walshe, ha decidido poner fin a este vacío y rescatar del olvido las figuras más destacadas de esa tradición rupturista, con perdón por juntar dos palabras que suelen llevarse muy mal. A través de la Fundación Aisteach y de un libro recién publicado, repasan las vidas y obras de personajes alucinantes del siglo XX y de finales del XIX, como los Guinness Dadaists, un proyecto de poesía sonora que pusieron en marcha varios empleados de la cervecera allá por los años 20, o como Caoimhín Breathnach, un artista propenso a la reclusión que sometía sus grabaciones a todo tipo de perrerías y estaba convencido de que podía alterar las cintas con su mente, o como la mujer casi espectral de la foto, la carmelita sor Anselme O’Ceallaigh, organista de convento a la que se puede considerar una pionera del drone, con obras de notas interminables que servían como fondo para la oración contemplativa de las hermanas.
En la web se pueden escuchar algunas grabaciones de estos artistas que han sobrevivido al tiempo y el abandono. Y también puede leerse, si uno llega a darse cuenta, el texto que avisa de que todo esto es pura ficción, un juego basado en la pregunta «¿y qué habría pasado si…?». La vida, por cierto, tiene estas cosas: mi intención era contarles todo esto ayer, pero se cruzó en mi camino la historia sobre las bandas imaginarias de H&M, otro ejercicio de fantasía retrospectiva. A lo mejor acabo haciendo una semana temática, porque hay por ahí otra historia de este tipo que me encanta.