Reconozco que ponerse a escuchar un disco de música ambiental que incluye sonidos de ballenas puede dar un poquito de miedo. Uno empieza con eso, dejándose llevar por el arrullo de los cetáceos, y acaba apuntándose a cursillos de chamanismo pirenaico o retroconciencia esofágica o crudiveganismo cuaresmal. Es lo peor que tenía alguna new age, que te adormilaba para después atizarte un estacazo de doctrina. Pero tampoco vamos a dejar que nuestros recelos y prejuicios nos impidan escuchar la «colaboración» entre ballenas jorobadas y músicos humanos, sobre todo cuando en este último grupo se incluyen artistas tan respetados en este blog como William Basinski, Christina Vantzou o Jacob Kirkegaard.
Así que bienvenidos al proyecto Pod Tune. «Las ballenas también cantan. Dan serenatas al océano entero. Y las ballenas jorobadas lo hacen con las vocalizaciones más complejas del planeta, incluso más que las de los humanos. Los machos producen canciones complejas que duran entre diez y veinte minutos, y las repiten a lo largo de horas, a veces en un ciclo completo de 24 horas», explican los promotores de la iniciativa. Hay que puntualizar que estos mamíferos marinos carecen de cuerdas vocales, así que cantan impulsando el aire a través de sus enormes cavidades nasales. Unos cuantos compositores de todo el mundo han utilizado estos sonidos, grabados en diversos mares, para confeccionar una música que «conecte al público con los míticos reinos submarinos». Aquí pueden escuchar el disco entero, para que se sumerjan en aguas profundas o, como dice Jacob Kirkegaard, que es el señor de arriba y el autor del corte de abajo, en sus propios abismos interiores. Por allí dentro, en la oscuridad de nosotros mismos, también resuenan a veces los cantos de ballena.