No les voy a mentir: hasta ayer por la tarde no había escuchado jamás a Tom Brosseau, pese a que veo que es un tipo reputado que ha recibido excelentes críticas en medios prestigiosos, ha teloneado a PJ Harvey e incluso ha estado tocando por aquí cerca. A mí ni siquiera me sonaba su nombre, y de hecho me pregunté por un momento si no se trataría de un artista muerto: quizá influyó en esa impresión inicial la singular textura de su voz –él prefiere compararse con Roy Orbison que con Jeff Buckley, pero tiene todas las de perder–, o el clasicismo de su sonido, o el diseño añejo de sus portadas. Caramba, ¡si hasta editó un disco que se titula Éxito póstumo!
El caso es que ayer por la tarde quedé atrapado en una especie de bucle Brosseau durante cinco horas, porque el suyo es uno de esos estilos de los que da pereza apearse: uno se siente muy a gusto allí dentro y piensa que cualquier otra música resultará cruda, áspera y estridente por simple contraste. Brosseau, en fin, es un tipo de Dakota del Norte que empezó a editar discos a principios de este siglo y que, como ven en la foto, cultiva una imagen sin excesos ni modernismos. Este Take Fountain ha servido como adelanto de su nuevo álbum, una obra austera y espaciosa que se ha grabado con los músicos dispuestos en torno a un único micrófono. La canción cuenta un paseo por cuatro cruces de la Fountain Avenue de Los Ángeles, que es tal que así, y suena todavía más minimalista que el resto del disco, porque dieron un rato de libranza al percusionista: aparte de Tom, aquí solo hay un contrabajo y una guitarra que inevitablemente me hace acordarme de Johnny Cash. Venga, echemos a andar por Fountain.