Hay artistas que se tiran toda la vida haciendo lo mismo y artistas que evolucionan. Y, luego, está Scott Walker, a quien podemos considerar un campeón del cambio, un inconformista a tumba abierta: resulta muy entretenido intercalar alguno de sus discos con los Walker Brothers o de sus primeros álbumes en solitario con lo que está haciendo en los últimos años, desde que en los 90 emergió definitivamente la bestia oscura que siempre había acechado en su interior. El antiguo ídolo de multitudes se ha especializado en temas largos y tenebrosos, mutaciones musicales en las que su voz melodramática parece llegar desde otro plano de realidad para transmitirnos mensajes indescifrables. En ocasiones, tanta desesperanza llega a dar un poco de risa, ya lo he escrito alguna vez por aquí, y desde luego el resultado no es plato para todos los gustos, pero yo soy muy devoto de discos como Tilt o The Drift, mazazos en la cabeza de tanto aprendiz de maldito como hay por ahí. Siempre me ha parecido extrañamente premonitorio el título del mayor éxito de los Walker Brothers, The Sun Ain’t Gonna Shine Anymore, El sol no va a brillar nunca más.
El caso es que el esquivo Scott, que anda ya por los 71 añitos, acaba de sacar disco nuevo, y no lo firma solo: es una colaboración con Sunn O))), el proyecto de metal avanzado y monacal que encabezan Stephen O’Malley y Greg Anderson, especializado en guitarrazos de textura y duración tectónicas. En la foto los tienen juntos y contentos. Las raíces de su relación se extienden hasta 2009, cuando Sunn O))) pidieron a Scott que colaborase en un álbum suyo, pero, por mucho que ya hubiese confianza de antes, a mí la cosa me seguía dando un poco de miedo: sí, es cierto que la alianza no era tan disparatada si se piensa en lo que está haciendo últimamente Scott Walker, pero Metallica y Lou Reed nos dejaron grabado a fuego (y, lo que es peor, en cedé) que algunos ingredientes se resisten a mezclarse con fluidez. Llevo un par de días escuchando el resultado, un álbum de cinco laaaaaaargos temas que han titulado Soused (algo así como bañado o borracho), y la verdad es que cada vez me gusta más: es incómodo a ratos, de áspera belleza otros, desolado siempre, pero tengo la sensación de que la suma de estos dos engendros resulta más asequible que cualquiera de las partes. Eso sí, el que no esté familiarizado con el Scott Walker maduro debe mentalizarse de que esto no es exactamente pop.
Vamos con Brando, el tema que abre el disco con sonidos de látigo e interferencias de guitarra, para el que la artista franco-austriaca Gisèle Vienne ha rodado un vídeo apropiadamente lento e intranquilizador.