El segundo álbum de Waldorf Histeria me tiene un poco desconcertado. Para empezar, porque la portada es igual que la del primero, solo que en distinto color, y hace falta ser un campeón mundial de los vagos para no molestarse en hacer un diseñito nuevo. Y, para seguir, porque hay gente que lleva oyéndolo más de medio año en la red, pero el formato físico no se edita hasta dentro de un par de meses, así que me encuentro mareado en una especie de limbo temporal.
Pero todo eso se me pasa en cuanto le doy al play. Estoy convencido de que la vida se vuelve mucho mejor con dosis periódicas de rock ramoniano, una música capaz de borrar los problemas y empujarnos a una feliz dimensión paralela, y esta segunda entrega del grupo madrileño contiene estupendas píldoras de esa medicina. Pero también hay canciones que no acaban de cuadrar en esa categoría, como la que abre el disco, este Bueno y qué relativamente pausado y, hummmm, ¿indie? Reconozco que a mí me ganó desde el principio por un detalle trivial: arranca con un breve diálogo de una película de mi paisano Pepe Blanco, el que da pie a su igualmente fantástico Bueno… ¿y qué?, que aprovecho para recomendarles también desde aquí. Y, ya puestos, les llamo la atención sobre el perfil en Facebook de Waldorf Histeria, desatendido desde julio de 2012 (campeones de verdad) pero provisto de uno de los textos de presentación más entretenidos que he leído en esa red: «En cuanto a las letras, básicamente buscan la corrección gramatical y el respeto a las normas de la prosodia y la buena mesa», explican, además de puntualizar que su cultura no les permite decir banda, componer ni tema, sino grupo, hacer y canción.