Procuro evitar ese rollo tan bloguero de ‘ha salido un disco de un artista que me gusta mucho y quiero recomendárselo desde aquí’, pero ha salido un disco de un artista que me gusta mucho y quiero recomendárselo desde aquí. Y lo peor es que reincido, porque ya les di la lata con el anterior lanzamiento de la galesa Cate Le Bon, una mujer que a mí me entusiasma lo suficiente como para haber acumulado, hum, 145 escuchas de canciones de su nuevo álbum en los últimos tres días. Es el tercero, si no contamos como tal el cortito Cyrk II, y en él Cate se mantiene fiel a su tradicional combinación de folk, psicodelia y excentricidad galesa, como si estuviese poniendo música a una verbena de duendes. A mí este disco quizá me suene algo más pop, pero sus canciones siguen pareciendo intentos anómalos de ejecutar formatos convencionales, igual que si la artista tuviese una incapacidad genética para la vulgaridad. Influye, por supuesto, su voz, que es voz pero también acento, porque uno se queda con la duda de si esos reflejos metálicos, al estilo de Nico, corresponden a la fisiología o a su pronunciación cerrada del inglés.
En fin, que el álbum se titula Mug Museum: sí, el Museo de Tazas, porque parece que Cate es aficionada a la cerámica e incluso regalaba una taza «amorosamente hecha a mano» a todos los que encargasen con antelación el disco. Y entre sus diez canciones sobresale descaradamente, ahí por la mitad, este I Think I Knew a dúo con el estadounidense Perfume Genius.