Nunca pensé que escribiría un post sobre la mesa de cocina de Ian Curtis. Y, ya ven, he acabado escribiendo dos. En 2006 contamos por aquí que había salido a subasta el mueble en cuestión, una mesa anodina, tirando a feílla y a cutre, que bien podría aparecer en una edición británica del libro de Yo fui a EGB, pero que se había transformado en «una pieza genuina de memorabilia pop británica» porque estaba en la casa donde vivió el cantante de Joy Division, en la cocina donde se ahorcó. No sé en cuánto se remató entonces la subasta, pero, a falta de un día, la puja iba por 64 libritas de nada. El caso es que el comprador de entonces la ha vuelto a poner a la venta, de nuevo en eBay. Dice que, con la película Control, «la leyenda creció». Y debe de tener razón, porque esta vez ofrecen ya 8.100 libras por el armatoste, unos 9.600 euros. El actual propietario también explica, por cierto, que reinvertirá los beneficios en su banda de rock, Always The Way, que incluso tiene una canción de homenaje a Curtis.
A lo mejor ustedes andan bien de mobiliario o les da yuyu colocar en casa una mesa que posiblemente se utilizó en un suicidio. Pues nada, tienen otros productos rockeros por los que pujar. A partir del día 22 pueden plantear ofertas por las hojas con las sanciones escolares de John Lennon: parece que el beatle era un poco trasto en su adolescencia, de modo que en la Quarry Bank High School For Boys quedó un registro de sus abundantes infracciones, como «dar empujones», «mascar chicle», «sabotaje», «hacer ruidos tontos en un examen», «pelearse en clase», «responder de manera imprudente» o «no prestar atención en absoluto». En los 70, durante una limpieza del instituto, un empleado encontró las anotaciones y se las guardó a modo de recuerdo. Ahora se espera sacar entre 2.500 y 3.500 euros por cada papelito.
Claro que quizá prefieran esperar a diciembre para hacerse con un objeto que (esta vez sí) pinta algo en la historia del rock. Para el día 6 está prevista la subasta de la guitarra Fender Stratocaster que Bob Dylan tocó en el Festival de Newport de 1965, cuando el público folkie se horrorizó ante la electricidad y le tachó de traidor al noble género. Parece que el bueno de Bob se olvidó la guitarra en un avión y sus representantes pasaron del piloto cuando se puso en contacto con ellos para devolverla, así que la actual propietaria es la hija de aquel aviador. Tras una disputa legal, la mujer y el músico han llegado a un acuerdo, lo que permite suponer que parte de lo recaudado por el instrumento (se estima que pueden ser unos 400.000 euros) irá a parar al bolsillo de Dylan. De acuerdo, es un poco carilla: con una guitarra de Bob Dylan se podrían comprar cuarenta mesas de Ian Curtis. O miles de mesas normales.