Se suele ver a The Smiths como un grupo que creó un sonido y se mantuvo fiel a él, con los nerviosos arpegios de guitarra de Johnny Marr, una base rítmica contundente y, claro, la voz de Morrissey. Pero, si se repasa su producción (cuatro álbumes y dos recopilaciones de sencillos en solo tres años y medio, casi nada), resulta asombroso lo que supieron estirar esa receta básica y las muchas veces que la ignoraron, con un talante inquieto que les llevaba a territorios inesperados. Su último álbum, Strangeways, Here We Come, resulta particularmente variado, como si la banda estuviese probando vías para un futuro que nunca llegó. A mí me siempre me ha gustado mucho este disco. Si no fuese porque no quiero provocar síncopes, diría que me gusta más que el primero y quizá también más que, ejem, The Queen Is Dead, pero tranquilos, que no lo voy a decir. Last Night I Dreamt That Somebody Loved Me fue el último sencillo que editaron, con su larga introducción de piano y manifestantes, sus arreglos orquestales y esa letra tristísima: «Anoche soñé que alguien me amaba. / No hubo esperanza ni daños, / solo otra falsa alarma».