Hay nombres que complican un poco eso de triunfar, y Pop. 1280 está entre ellos. Lo primero es una abreviatura, de population, y uno no sabe si será mejor decir solo pop o pronunciar la palabra entera. Y el número plantea el problema de siempre: cuando hablas sobre ellos en español, ¿qué diablos haces, soltar «one thousand two hundred and eighty» y sentirte un idiota o soltar el numerajo en castellano y sentirte un idiota? El bautismo, por cierto, viene de una novela muy negra de Jim Thompson que en España se editó como 1.280 almas, por el número de habitantes del villorrio americano en el que transcurre la acción.

Pero bueno, en el caso de Pop. 1280 el nombre es casi lo de menos, porque desde luego lo suyo no es el triunfo masivo. El cuarteto neoyorquino (yo estaba tan obsesionado con que la chica parecía un zombi que casi no me doy cuenta de que es un tío) suena áspero, obsesivo y tenebroso, con reminiscencias claras de los Birthday Party más brutos en varias canciones. Ellos han destacado en alguna ocasión la influencia de los Butthole Surfers, y la verdad es que también podrían ser el equivalente al demente grupo tejano si su dieta de ácido les hubiese llevado a verse rodeados de cadáveres en descomposición. Porque, bueno, las letras de estos chicos no son muy animadas: el tema de presentación de The Horror, su nuevo álbum, lleva el esperanzador título de Cuerpos en las dunas, aunque yo he preferido colgarles este Nature Boy, con un estribillo ralentizado y marcial donde el cantante nos pide que movamos las caderas a izquierda y derecha. Sin alegría, claro.