Mañana sale Portamento, el segundo álbum de The Drums, un grupo que suscita enconados desacuerdos entre los aficionados: para muchos son un puro hype, un globo inflado por la crítica a partir de un material muy endeble; para otros… bueno, para otros simplemente son buenos, aunque creo que habría que ser muy fan para negar que el alboroto que rodeó su primer disco tal vez resultó un poco exagerado. Pero nadie, ni enemigos ni partidarios, podrá acusar a los Drums de encubrir sus puntos débiles: todas las canciones son más o menos iguales, con una arquitectura sencillísima que se repite de manera cabezona, y las letras pueden resultar un poco sonrojantes. Caramba, el estribillo de este Money dice “quiero comprarte algo, pero no tengo dinero”, y encima lo dice un montón de veces, como si hubiesen considerado que el hallazgo lírico merecía cierta insistencia.

Pero, ah, la facilidad de estos chicos para clavar anzuelos melódicos en el cerebro del oyente es algo asombroso. Sinceramente, estoy harto de escuchar canciones de grandes promesas de la música actual y encontrarme con mazacotes en baja fidelidad que pretenden una apariencia de experimentación sin tener los recursos ni la osadía para experimentar de verdad. Temas como este, que sirvió de adelanto para Portamento, son un antídoto que se agradece: basta una escucha, o incluso media, para que el estribillo se te quede en la cabeza y empieces a cantar en falsete por la casa. Y eso no tiene nada que ver con la presión de los críticos.

La evidente influencia de los Smiths la dejamos para otro momento, que no quiero parecer un viejo cascarrabias. Y de los shorts del vocalista (o los chores, como dicen en algún lugar de Hispanoamérica) mejor ni hablamos.