Me fastidia mucho que un grupo nuevo se bautice con un nombre que ya está usado. Hombre, puede parecer comprensible si la otra banda, la homónima, es un oscuro proyecto kazajo o incluso una desvaída sombra del pasado remoto (no, Nirvana no me sirve como ejemplo, porque los Nirvana británicos de los sesenta eran bastante famosos), pero ni siquiera eso me parece aceptable en estos tiempos de internet, cuando bastan diez minutos de googleo para comprobar si alguien tuvo la idea antes. El caso es que estos chicos de San Francisco se han puesto Weekend sin considerar que ya hay unos Weekend en la historia del rock, los encabezados por Alison Statton: justo hace unas semanas leí las emocionadas páginas que escribe sobre ellos Kiko Amat en su libro Mil violines, del que habría hablado por aquí si no fuese por las desventuras técnicas del blog.
En fin, que lo del nombre me parece una chapuza. Pero los Weekend estadounidenses (seguro que hay todavía más fines de semana por ahí) facturan ese género que me gusta mucho a la vez que me inspira cierta desconfianza por lo mimético, heredero de Jesus And Mary Chain, My Bloody Valentine, Loop y compañía. «Filtran la agresión, el tempo y el aire desdeñoso del punk a través de un muro de reverberación, melodía inquietante, feedback y guitarras de garaje primitivo», explica su sello, Slumberland. Les dejo con End Times, un título que viene a equivaler al apocalíptico final de los días.