Debo admitir que siento cierto placer infantil cada vez que la interpretación de una pieza clásica más o menos aventurada desencadena un escándalo. El ejemplo típico, ya saben, es el estreno de La consagración de la primavera de Stravinsky, que desembocó en peleas a puñetazos e intervención de la Policía, pero el fenómeno es relativamente […]