¿Tienen algún vecino consagrado al luto perpetuo y el rock depresivo? Pues a lo mejor en octubre le ven salir de casa dando brincos de alegría, saludando con una sonrisa a la mañana y sobrado de optimismo vital. La culpa de la súbita metamorfosis la tendrá la agenda: este año, el mes de octubre no sólo le va a deparar el regalo del otoño, tan confortable para los espíritus románticos y la gente abrigada, sino también dos conciertos ideales para estar programados así de cerquita.
El primero, anunciado para el 5 de octubre, es el de Interpol en el Teatro Campos Elíseos, en una especie de resaca de su paso por San Sebastián como teloneros de U2. No son santo al que profese gran devoción, pero con David Pajo -¡el de Slint!- como sustituto al bajo del flequilludo Carlos Dengler (si es que Pajo sigue para entonces, que no lo sé) y en un entorno como el remozado Campos Elíseos, la cosa puede tener su atractivo. Y supone el aperitivo perfecto para el 9 de octubre, cuando Peter Hook desembarque en Santana 27 con su banda The Light para interpretar íntegro el álbum Unknown Pleasures junto a algún clásico más de Joy Division, mmmm, el grupo más grande de todos los tiempos (déjenme, venga). Sí, sí, es un sucedáneo absurdo del sueño imposible de ver a Joy Division en directo, y una explotación vergonzosa del legado de la banda, y el macarra de Peter Hook no está precisamente diseñado para frontman, pero no sean tan crueles como para quitarnos la sonrisa a mí y a su vecino, caramba.
Eso sí, les dejo con la cosa real.