No me había enterado de que Varg Vikernes está en la calle desde mayo, tras haber pasado en la trena los últimos quince años o así por matar a cuchilladas a Euronymous, del grupo Mayhem, y prender fuego a tres iglesias. Ya hemos hablado por aquí alguna vez sobre Vikernes, su papel en el primer black metal noruego y su principal proyecto musical, Burzum, y también hemos mencionado su notoria empanada mental, elaborada con una masa espesa e intragable de paganismo, nazismo, homofobia y resentimiento. Pues ahí lo tienen, libre como un gorrión ario y viviendo en una granja de su país con sus hijos y su esposa francesa, a la que conoció mientras cumplía condena. Parece que la cárcel le impactó, aunque no por las razones correctas –“De los 36 hombres en el departamento, sólo había, aparte de mí, otros dos noruegos. Entre los otros 33 había polacos y un alemán y el resto eran africanos, pakistaníes y árabes (…). La prisión entera apestaba como un bazar”, ha destacado este tipo que se define como racista–, y desde luego no da la impresión de haberse rehabilitado ideológicamente. Ayer mismo colgó en su web uno de sus característicos comunicados verborreicos para presentar el nuevo disco de Burzum, Den Hvite Guden (vamos, El dios blanco), en el que desarrollaba las siguientes ideas, por llamarlas de alguna manera: “No soy amigo de la cultura moderna del llamado black metal. Es una parodia sin gusto y vulgar del llamado black metal noruego de 1991-1992, y si dependiese de mí tendría un final deshonroso tan pronto como fuese posible (…). Los blackmetaleros probablemente seguirán colocándose, flipando y comportándose en todo lo demás como el Negro estereotípico; probablemente continuarán haciéndose tatuajes tribajes, vistiendo, andando, hablando y actuando como homosexuales y demás”
Con un personaje tan detestable resulta difícil desligar obra e ideología, pero qué quieren, a mí me encantan temas de Burzum como este Dunkelheit que les cuelgo abajo. Eso sí, si supiese a qué se refiere exactamente en sus diatribas, bailaría como un negro homosexual mientras lo escucho sólo para molestarle. Bueno, y también para distanciarme de sus discípulos, esos simpaticotes que alguna vez me han dejado comentarios tal que así: “Con qué derecho te atreves a hablar del gran señor Varg Vikernes, si tienes la boca llena de cucarachas, maldita rata podrida”.