Luis Aguilé, que ha fallecido a primera hora de esta tarde en Madrid, siempre me cayó muy simpático. Me gustaba su rollo de picaruelo elegante, esa manera de combinar ceremonia y desfachatez que se hacía tan patente en sus estridentísimas corbatas. Curiosamente, por raras circunstancias de la vida, he acabado teniendo en casa un par de discos firmados por él y su novela La nieve de las cuatro estaciones, que trata sobre la cocaína y sus estragos. Quería recordarle con Es una lata el trabajar, uno de los pocos himnos con mensaje auténticamente universal, aunque en realidad la canción suya que más he escuchado en los últimos tiempos ha sido Nadie me quita mis vacaciones en Castellón, un pequeño clásico entre mis compañeros de curro que nos ha aliviado más de una vez ese latazo de la jornada laboral. Pero ni una ni otra: finalmente, he optado por la versión que hizo el grupo Doctor Explosión de La Chatunga, porque seguro que esa sí les gusta a todos ustedes. Así despedimos a Aguilé con la sonrisa que él solía lucir y contagiar.