Uno se pasa la vida intentando definir su gusto para poder explicarlo a los demás, pero después llega un disco y lo trastoca todo. El segundo álbum de las Charades (permítanme el femenino aunque haya un Guillermo a la batería) no encaja en ninguna de las categorías que suelen formar parte de mis preferencias, pero se ha convertido de largo en mi disco favorito de lo que va de año. En realidad, ni siquiera sé muy bien en qué categorías encaja: es rock bastante clásico, dulce en las armonías vocales pero contundente en el fondo, con cierto filo que recuerda al rock alternativo de los últimos 80 y primeros 90. Y juro que esto ya lo pensaba yo antes de leer que querían sonar “como si las Breeders se casaran con Buffalo Springfield”, porque de hecho lo que se me había venido a mí a la cabeza eran los Byrds y Lemonheads. En fin, que En ningún lugar es una auténtica gozada, breve y sustanciosa, disfrutable por cualquiera, con letras en castellano que remiten a la intensidad de sentimientos de la adolescencia. Pero vamos, qué les voy a contar si pueden catarlo a placer en su MySpace.
Y ya, de paso, curioseen la lista de las diez canciones que prefieren estas chicas cuando están “recién levantadas por la mañana”, un genial despertador que empieza con The Jamaicans y acaba con Edwin Starr, haciendo escalas en los Zombies, las Breeders o Dusty Springfield. ¿Que ellas sí que tienen un gusto difícil de definir? No se crean: es simplemente bueno.