Llevo unos días esquizofrénico perdido, repartido equitativamente entre el black metal y diversas músicas que podríamos llamar pre-rock. Por un lado estoy repasando la carrera de Burzum, el taradito noruego Varg Vikernes, que es la banda sonora ideal para un libro que estoy leyendo y que les comentaré al acabar. Y, por otro, se me han juntado un par de discos recién horneados que coinciden en recuperar estilos con solera, de ésos que un oyente sin entrenar -yo mismo- confunde con ignorante facilidad. El que más estoy escuchando es ‘Jon Rauhouse’s Steel Guitar Heart Attack’, álbum en solitario de un tipo que ha tocado la steel guitar -lógico, ¿no?-, la guitarra hawaiana y el banjo para artistas como Neko Case o Calexico. El disco repasa distintos palos, desde el swing y las bandas sonoras televisivas hasta la música desértica o el lounge polinesio, de manera que unas veces te da ganas de tomar bourbon y otras, cócteles de colores con sombrillita. El sello presenta a Jon, que aparece a la derecha de la foto, como un «quijote» defensor de la música instrumental: «Hubo un tiempo en el que las ondas de radio estaban llenas de canciones que prescindían del apoyo vocal: ‘Tequila’, ‘Sleepwalk’, ‘Popcorn’, ‘Green Onions’, ‘The Rumble’, ‘Walk, Don’t Run’…», enumera la hoja de prensa, para después reconocer que Jon ha tirado de amiguitas como un sanchopanza cualquiera e incluye a cuatro vocalistas invitadas, entre ellas Neko y su versión de un tema de Sinatra. Entretenidísimo, de verdad.

Y, entreverado, estoy oyendo el disco que ha sacado Holly Golightly, una de las cantantes cuyo nombre me resulta más difícil de escribir, con su proyecto The Brokeoffs, en realidad un dúo influido por «el bourbon, las costillas, Leadbelly, Howlin’ Wolf y la tecnología punta de la Victrola». Lleva el bonito título de ‘You Can’t Buy A Gun When You’re Crying’ y pueden catar aquí el espléndido primitivismo de dos de sus cortes. A veces está bien volver a las raíces, sobre todo cuando no son las propias.