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Música soporífera

Ya saben que los japoneses son expertos en inventar cosas majaras, desde las máquinas expendedoras de braguitas usadas (bueno, ya vale con el diminutivo, que supongo que algunas serán bragazas) hasta el híbrido de leche y cerveza. Y miren que podríamos haber importado cualquiera de estas dos contribuciones a la cultura universal, pero no, qué va, hemos ido a quedarnos con los conciertos para dormir. A lo mejor lo han leído en el Evasión: la pianista nipona Mine Kawakami ofrecerá el próximo viernes en Madrid un concierto cuyo objetivo principal es dormir al público, que estará cómodamente tendido sobre un tatami y provisto de almohadas. Según explican los promotores, este tipo de actuaciones fue muy popular en Japón a mediados de los 90, aunque tampoco se les puede atribuir todo el mérito de la ocurrencia: la Diputación de Vizcaya organiza los domingos por la mañana en el Euskalduna unos conciertos de órgano que a mí me gustan, pero a algunos les hacen el mismo efecto que veinte rohipnoles. ¡Cómo roncan en armonía con Bach y cabecean siguiendo el ritmo!

Aunque no me convence mucho la idea del recital soporífero, yo asistí hace años a algo parecido, pero musicalmente más interesante: el experimentalista Francisco López, experto en alterar sonidos de la naturaleza hasta hacerlos inidentificables (y estruendosos), suele repartir entre los espectadores bandas negras de tela, para que se cubran los ojos y agudicen el oído. Y, pese al volumen brutal que alcanzan sus obras, el oyente y escuchante nota una relajación parecida al viaje astral e incluso, sí, llega a rondar el territorio del sueño. Bueno, algunos entran de lleno en él, lo invaden por completo, y ahí sí que pueden roncar como leones, mejor que cuando les acunan sonidos tan frágiles como los de Kawakami.

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Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


marzo 2007
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