Para escándalo de la siempre encantadora Olatz Barriuso reconozco que no veo la tele, básicamente porque no tengo aparato -de televisión, se entiende-. Esto me obliga a gorronear los domingos por la noche, porque les confesaré que soy seguidor de ‘Cuarto Milenio’. No son las andanzas de Iker Jiménez las que me fascinan, sino las intervenciones de su inefable asesor barbudo: Santiago Vázquez. ¿No han reparado ustedes en su apariencia, a medio camino entre un joven Don Cicuta y aquel teclista de Dimmu Borgir que llevaba levita y chistera, sus sorprendentes campos de estudio y sobre todo en ese despliegue apabullante de conocimientos metapsíquicos del que hace gala?
Sin ir más lejos, el pasado domingo el programa cubría los inquietantes sucesos que se registran en un colegio granadino por las noches. Por su aulario se manifiestan monjas evanescentes, niñas traslúcidas, presidiarios de ectoplasma y un crío flotante. Pues bien, allá que terció nuestro sabio para aclarar, como hace siempre, que un fantasma y un espectro no son la misma cosa, matización abracadabrante que sume en el desconcierto a los espectadores -que en el caso de ‘Cuarto Milenio’ son «televidentes»-.
¿Y qué me dicen de la familiaridad con la que Vázquez trata de psicofonías, materializaciones y fantasmogénesis? Siempre lo hace detallando la correcta definición de estos inaprensibles fenómenos, generados -y esto es lo que más me gusta- por lo que él llama «la causa». Sí amigos. No se trata de espíritus ni de bromazos ni de drogas. Las voces desencarnadas, los muebles que cambian de sitio sin la intervención de ningún decorador, los portazos inexplicables, las humedades de Bélmez, las visiones ululantes y el fantasma de las navidades pasadas se deben a «la causa».
Este cúmulo de sapiencia lo sustenta nuestro amigo en las conclusiones de prestigiosos sabios a los que cita con la familiaridad que sólo puede otorgar el conocimiento más elevado. Se trata de autoridades con nombres sugerentes, como de Centroeuropa, el Este o por ahí. Hans Bender, Konstantin Raudive, Robert Kastenbaum, Erlendur Harladsson y gente así, que siempre ocupa cátedras o trabaja en laboratorios de Maguncia, Bratislava, Osetia del Norte o Vilna. Se ve que para ser un referente en el mundo de las voces de ultratumba hay que llamarse raro y ser de un sitio más raro todavía. Como Karlis Osis, que era de Latvia (ver mapa). O Scott Rogo, que no era de Latvia pero tocaba el violonchelo, lo que también es bastante raro para un cazador de poltergeist.
En este sentido la aportación española a la galería de ilustres parapsicólogos está a la altura. Ahí tenemos a nuestro Germán de Argumosa, que ni toca el violonchelo ni es de Latvia, pero tiene un nombre magnífico y es el responsable de que uno de cada diez españoles haya intentado grabar por lo menos una psicofonía(*). Vázquez le cogió gusto a la cosa y ahí le tenemos siguiendo los pasos de don Germán, para disfrute de los televidentes y del compañero Gámez, cuyo dominio acabamos de invadir alevosamente aprovechando que se encuentra de enviado especial en la Guayana Francesa.
(*)Nota: Estadística del laboratorio de telequinesis aplicada de la Universidad de Latvia, dirigido por el profesor Hidjoff Putten.