Por razones que no vienen al caso, este fin de semana he pasado más tiempo de lo deseable en bares kalimotxeros, entendiendo como tales aquéllos en los que resulta imposible permanecer media hora sin escuchar a alguno de los siguientes grupos: Reincidentes, La Polla, Soziedad Alkohólika, Los Suaves, Barricada, Koma, Extremoduro, Marea, Platero y Tú y, lo que es peor, estos Piperrak de la foto. Por supuesto, entre los nombres mencionados hay clases –Los Suaves y Extremoduro me parecen dos bandas irreprochables, tanto lírica como musicalmente- y entre los locales hosteleros de esta tendencia, también: el nivel máximo de kalimotxerismo lo alcanzarían los establecimientos en los que resulta imposible permanecer media hora sin escuchar a todos los grupos mencionados. Pero lo que más me asombra últimamente de este mundillo es que sus adeptos no se conforman con elegir siempre los mismos grupos, sino que también pinchan las mismas canciones. Los Suaves son un ejemplo claro: su carrera es larga y rica, pero uno tiene un 90% de probabilidades de que el discjockey del garito pinche ‘Dolores se llamaba Lola’. Con Barricada, también veteranísimos y autores de decenas de temas aptos para un bar, ese 90% se reparte entre ‘No hay tregua’ y ‘En blanco y negro’. Con La Polla, entre ‘Salve Regina’, ‘Txus’ y, con menos boletos, ‘Ellos dicen mierda’.
Me resulta imposible calcular cuántas veces habré escuchado en bares ‘Dolores se llamaba Lola’, y conste que la canción me gusta. ¿Doscientas? ¿Trescientas? Por eso me estremezco al pensar hasta dónde se elevará esa cifra en el caso de personas que salen por estos ambientes todas las semanas desde hace años. Y, aun así, se lanzan a cantar con ímpetu lo de “fuiste la niña de azul en el colegio de monjas”, como si cada vez fuese una grata sorpresa o como si hubiese que renovar los papeles de pertenencia al colectivo. Tengo la impresión de que mucha de esta gente, ya ven, prefiere los himnos a la música.