A veces tengo la penosa impresión de que los conciertos de rock están sobrevalorados. A menos que uno ya conozca las canciones de antes, muchos directos acaban aburriendo a los veinte minutos y son un buen lugar para pensar en otras cosas mientras se trasiegan unas cuantas cervezas. Pero, de vez en cuando, surge la sorpresa que le reafirma a uno en la costumbre de acudir a actuaciones, y yo acabo de vivir una de esas gratificantes experiencias: French Toast en el Billy Pool de Deusto. Como graban para el mítico sello Dischord, un espectador ignorante como yo se podía imaginar a una panda de rapados entregados al hardcore ortodoxo, pero en realidad tienen más que ver con bandas de punk abierto de miras como Wire o Mission Of Burma, si bien la referencia es muy muy muy reduccionista. Aunque les sirva de poco, les puedo decir que han hecho con bastante exactitud lo que a mí me gustaría hacer si tocase en un grupo de rock: canciones imaginativas, mucho ruido y machacona contundencia (ya, quizá yo no sea el tipo más sutil del mundo), con intercambios de instrumentos y de tareas vocales cada tres o cuatro temas. Se lo aviso porque su peculiar gira española pasa por Madrid, Don Benito, El Puerto de Santa María, Granada, Úbeda, Gerona y San Sebastián, así que a lo mejor les pilla a mano y ustedes también pueden reafirmarse en el vicio.