Nunca he entendido qué diablos es el Rock And Roll Hall Of Fame. Lo suelo ver mencionado en los periódicos, junto a la foto de alguna estrella decadente con sonrisa postiza -muchas veces en sentido literal, extraíble- y deduzco que viene a ser una nómina de ‘caballeros del rock’ a los que la industria reconoce sus méritos. Posiblemente quien mejor lo haya definido sea Johnny Rotten, que lo despreció como «un lugar donde los viejos rockeros van a morir». Pero, claro, el propio Rotten se ha convertido en todo un caballero Lydon y su banda figura entre las últimas incorporaciones a este extraño Olimpo, junto a Blondie, Black Sabbath y Herb Alpert, así que los chicos han tenido que elegir entre bajarse los pantalones o sacar un dedo. Y aquí al lado -o en su página oficial– tienen ustedes el susodicho dedo, una nota manuscrita en la que rechazan asistir a la ceremonia, sostienen que el museo del R&R Hall Of Fame es «orina en vino» (supongo que la literalidad no es la mejor manera de traducir esta expresión, pero no me negarán que tiene su pintoresquismo) y recuerdan que «fuera del sistema de mierda hay un auténtico Sex Pistol». Ya sé que son gracietas de punk prejubilado, pero se agradecen en este mundo de gestos pomposos y de… impresoras láser.