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Bandera rosa

Podría albergar alguna duda sobre cuál es el mejor concierto al que he asistido, pero tengo clarísimo cuál fue el más ruidoso. Lo viví en 1997 en el Sónar barcelonés -un festival que algunos identifican con el hedonismo techno y el buenrollismo al sol, pero que también suele incluir propuestas que dan bastante miedo- y lo protagonizó Bruce Gilbert, más conocido como guitarrista del grupo británico Wire. El tipo, ya cincuentón, apareció fumándose un puro, prescindió del escenario y se ubicó en una mesa auxiliar, pertrechado con una casete -supuestamente, una grabación de guitarras- y varios pedales de distorsión. Durante diez minutos, produjo un estruendo atroz que dejó con la boca abierta a la chavalería que había a mi lado, unos metaleros modernos ataviados con camisetas de Godflesh y así, y cumplido ese plazo… subió el volumen. La actuación rondó el cuarto de hora, pero hizo que algunos miráramos con temor las vigas del edificio. Gilbert, impasible, apretó el stop, dio otra calada al veguero y se marchó con su cinta en el bolsillo.

Creo que es la faceta más extrema a la que han llegado Wire, uno de los grupos más inquietos de la explosión punk británica. Ahora, EMI reedita sus tres primeros álbumes, y no puedo dejar de recomendarles que se hagan al menos con el primero, ‘Pink Flag’, una obra maestra capaz de influir simultáneamente en R.E.M. (versionaron ‘Strange’), el hardcore (Minor Threat hicieron suya ’12XU’) y el brit pop (el mayor éxito de Elastica, ‘Connection’, es muy muy muy parecido a ‘Three Girl Rhumba’). No se asusten, que el disco no tiene nada que ver con el ensordecedor directo de Gilbert: haciendo virtud de la brevedad, con cinco temas que no llegan al minuto, Wire se inventan su propio punk, centrado en la libertad creativa, despojado de clichés y gregarismo y con estribillos memorables que a veces ni se molestan en repetir. En el segundo álbum, ‘Chairs Missing’, empezaron a apostar más por la experimentación y en el tercero, ‘154’, eran ya una cosa más interesante que disfrutable, con canciones de ambiente enigmático y estructura angulosa. Ambos son buenos, pero ‘Pink Flag’ debería estudiarse en las escuelas.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


febrero 2006
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