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Cinco de 2005

Sí, he aquí la lista de mis discos favoritos de este año saliente. O sea, antes de que alguien me machaque: es lo que más me ha gustado entre la mínima parte de lo editado que he podido escuchar. ¡Benito, al confesionario!

The Fall – Fall Heads Roll: ahora que se ha puesto de moda imitar a los grupos británicos de los últimos 70 y primeros 80, debería ser el momento de que The Fall obtuvieran por fin el éxito que merecen y se les niega. El hosco Mark E. Smith lleva casi treinta años en el negocio con sus letras impenetrables, su voz airada y su pronunciación incomprensible, y en 2005 se ha permitido el lujo de sacar uno de sus mejores álbumes, una de esas joyas que adornan de vez en cuando su incontinente discografía (hay libros completos sobre ella). Pegas para el no iniciado: las canciones de The Fall pueden dar cierta sensación de inacabado, como si el líder hubiese improvisado unas frases encima de unas guitarras que tocan todo el rato lo mismo. Y eso es… ¡¡¡fantástico!!! El grupo de Manchester, como el queso de Cabrales, es un gusto adquirido: al principio puede repugnar, pero una vez que te acostumbras… Y ‘Fall Heads Roll’, menos aventurado y más rockero que otros discos suyos, es un buen sitio para empezar la cata.

Kronos Quartet & Asha Bhosle – You’ve Stolen My Heart: ¿nos ponemos sinceros? A menos que uno proceda del Indostán, las películas de Bollywood resultan muy curiosas pero casi insoportables. Esas parejas mostrando la dentadura, esas coreografías de anuncio de Freixenet, esas canciones imposibles… Eso pensábamos, al menos. Y de repente viene el Kronos Quartet, una institución en la música contemporánea occidental, y demuestra con este disco que las canciones -algunas canciones- de esas bandas sonoras son una auténtica maravilla. El cuarteto interpreta piezas del prolífico compositor R.D. Burman junto a su viuda y musa, Asha Bhosle, aún más institución que ellos, una especie de Rocío Jurado india que canta las melodías más enrevesadas con pasmosa facilidad. Dudo que alguien pueda escuchar este disco sin ponerse a bailotear por la casa.

Bloc Party – Silent Alarm: pues eso, que está de moda el post punk. En realidad, lo increíble es que no haya estado de moda desde que los 80 acabaron con él, porque la mezcla de la energía punk con la búsqueda de nuevas vías de expresión parece una de las combinaciones más lógicas cuando uno forma un grupo. De las 50.000 bandas que han puesto en práctica la receta a lo largo del año, nos quedamos con la elección más obvia, aunque han estado a punto de arrebatarles el puesto los Rakes. Con influencias como Gang Of Four o los Cure, Bloc Party bordan un cóctel que acaba sin recordar a nadie en concreto y suena más contemporáneo que retro. Hay quien los prefiere a Franz Ferdinand. Por ejemplo, un servidor.

Inquisition – Magnificent Glorification Of Lucifer: en su empeño por resultar monstruosos, los grupos de black metal suelen acabar siendo aburridos. Dos o tres canciones están bien, pero sólo los devotos del género pueden tragarse álbumes enteros y no acabar con la cabeza como un bombo o, lo que es peor, como un doble bombo. Inquisition son una excepción. Para empezar, no están obsesionados por parecer los más duros del barrio -quizá porque proceden de Cali, Colombia, una zona que no anda mal provista de durotes- y en sus riffs se reconoce como base el rock del que, al fin y al cabo, procede todo esto. Pero su gran seña distintiva es la voz: en vez de rugidos y guturalidades, Inquisition recitan sus letanías con un estilo impersonal, átono, desapasionado, como de funcionario. Al fin y al cabo, ¿hay algo más perverso que algunos funcionarios? ¿No sería esa la voz de Satán, indiferente acerca de nuestros destinos? Ah, el disco es de 2004, pero el Maligno lo puede todo.

Espers – The Weed Tree: sí, sí, es un disco de folk, ¿qué pasa? El grupo de Filadelfia ha grabado un mini-LP con un tema propio, dos tradicionales y versiones de Nico, Durutti Column, Michael Hurley y Blue Öyster Cult, todo ello con sus guitarras acústicas, sus flautas, su chelo, sus campanillas… La crítica lo llama psych-folk porque queda más raro y más modernete, pero esto es puro folk al estilo británico, con voces cristalinas y producción sobresaliente. Una gozada, sobre todo de noche. Ya parece llegar a través de la red un unánime coro de protesta: ¡el folk es una mierda! Y contra eso sólo se puede argumentar con similar finura: ¡no seáis cabestros, hombre!

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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