Muchas veces y en muchísimas relaciones nos olvidamos de que tenemos un cuerpo mucho más amplio de lo que parece por nuestros hechos. Solo acariciamos, chupamos, y parece que nos interesen los genitales. El resto del cuerpo parece sobrar.
En las charlas que muchas veces realizamos sobre deseo sexual, desde Albora Bide , hacemos muuucho hincapié en que al cuerpo le demos más importancia. Que nos olvidemos por momentos de que tenemos vagina, clítoris, pene, testículos , ano y pechos y nos dediquemos a tocar esas otras zonas, que ciertamente están menos enervadas pero no por ello son insensibles a la caricia.
En consulta, hace ya unos años, una paciente con cáncer nos comentaba que cuando estuvo en tratamiento para su cáncer de útero no podía ni rozar sus genitales por el dolor que sentía y que “aprendió” a correrse con el toqueteo y chupones en el pezón realizados por su pareja.
Y es que el ser humano se adapta. Pero para bien…y para mal. Si siempre tocamos y hacemos lo mismo…tendremos más de lo mismo. Y más de lo mismo…¡es rutina! Y por más que nos gusten las lentejas, ¿verdad que si todos los días comemos eso vamos a acabar aborreciéndolo? ¡Pues lo mismo pasa en el sexo!
Y ellos, muchos de ellos, tienen su sexualidad concentrada en los genitales, si les chupan el pene, les acarician el pene y tienen penetración…es una relación sexual perfecta, aunque el resto del cuerpo haya sido obviado. Pero esto mismo puesto en la mujer…es una relación “de mierda” y si es así día tras día…acabamos sin deseo, acabamos en una relación sexual predecible, sin ser adivinos, donde todo lo que va a pasar se sabe de antemano y eso…”no mola”.
Pero cuidadín en que la relación sexual se vuelva genitalidad y rutina tienen la culpa dos, no uno. Ambas partes de la pareja pueden pedir y hacer cosas diferentes. La responsabilidad es compartida, no podemos pensar que es por el otro, es así por ambos. Así que…¡manos a la obra! Hagamos cosas diferentes que traigan resultados diferentes.