¿Quién no ha jugado a médicos e en su infancia? Con primos, hemanos y o vecinos hemos ido descubriendo, muchos de nosotr@s, nuestro cuerpo, el del otr@ y nuestra propia sexualidad.
Pues hoy, como ya es habitual, desvirtuamos el juego y lo hacemos más enrevesado que nunca. De jugar a tocarnos, auscultarnos, ponernos inyecciones con los dedos y profundizar en nuestras cavidades más íntimas, jugosas y palpitantes, hemos pasado a juegos más y más peligrosos.
Los aficionados niños que éramos nos hemos convertido en “perversos” adultos que no solo nos disfrazamos de médicos o enfermeras con “pijamas hospitalarios” que nos caractericen para dicho ritual. Nos ponemos guantes de latex, usamos bisturís, agujas,… y toda clase de instrumental médico, a poder ser desinfectado, que tenemos a nuestro alcance, el listado de “cositas” que podemos llegar a utilizar deja en pañales a aquellos jueguecitos de exploración física con los que nos introdujimos much@s en la adolescencia. ¡Y es que el fetichismo médico tiene muchos niveles! Algunos de ellos bastante peligrosos.
Y es que hemos pasado de que sea un recurso para juguetear con los otros a toda una experiencia quirúrgica. Y es importante que los “jugadores” además de confiar el uno en el otro, requisito indispensable, no ponerse en manos de un extraño, sepan así mismo de anatomía y que estén preparados para poder “reparar” las heridas infligidas.
Este juego se ha convertido en una práctica del boundage. Aficionados y experimentados juegan casi al mismo nivel y se nutren los unos de los otros.
Si vais a jugar recordad simplemente en que pactéis con el otro, el tipo de juego, lesiones y demás que vais a consentir. Y que si no conocéis a esa persona…mejor os absteneis de jugar.