“Después de un día agotador, tanto laboral como emocionalmente hablando, mi pareja se encuentra en poca predisposición de mantener relaciones eróticofestivas cuando llegue de currar.
Hablando por teléfono con él le comento lo excitada que estoy, las ganas que tengo de pillarle por banda,…En definitiva, me recreo en todo lo que le voy a hacer y quiero que me haga según cruce el dintel de la puerta. El, sin embargo, está en otro lugar: me comenta que el compañero de trabajo le ha dado el día, se ha escaqueado de todo y ha “pringado” por los dos, encima el jefe ha estado especialmente susceptible con su trabajo y para colmo ha tenido que quedarse una hora más para acabar no sé qué proyecto indemorable. ¡Vamos, que ya esta jodido y no quiere joder más! Me comenta que está agotado y que no cree que hoy se le levante ni con una grúa. Que hoy no es su día y que no podría satisfacerme.
Mi deseo lejos de ser frustrado es retado y asumiendo, como siempre asumo los retos, le digo de forma juguetona: ¡Déjame que te ayude!
Cuando él me llama por teléfono, como siempre hace, cuando acaba de aparcar el coche y me dice “cariño ya estoy aquí”, yo corro a la puerta junto a mi deseo y mi juego para recibirle. Le espero tras la puerta, él no podrá ver que estoy allí hasta que no la cierre. Mi excitación crece por momentos anticipando su respuesta y su asombro. Cuando llega, y oigo las llaves, el corazón creo que se me va a salir del pecho y que él tras la puerta podrá oír mis latidos golpeando en mi pecho, estoy ansiosa, me he pasado el día recreando el encuentro erótico con él, abre la puerta y al abrirla quedo oculta tras ella, la cierra y es entonces y solo entonces cuando me ve. Me mira con ojos atónitos y poco a poco su mirada va transformándose, veo encenderse el deseo en sus ojos, dibujarse una sonrisa en sus labios y cómo sus manos se quitan la chaqueta y la tira en el suelo, se acerca a mí y me gira sobre mi eje lentamente. Yo le he recibido maquillada, vestida únicamente con un corpiño con liguero al que acompañan unas medias con encaje que se unen al corpiño con ligas, no hay tanga, solo piel desnuda y al conjuntito le acompañan esos zapatos negros de tacón de aguja que tanto me estilizan las piernas.
Me gira y sus manos recorren mi cuerpo, se arrodilla ante mí y comienza a lamer aquello que arde de deseo, me estremezco una y otra vez, y mi deseo enciende el suyo y mi excitación crece junto a la suya. Nos hacemos el amor, nos follamos y nos deseamos sin pasar del recibidor.”