Tu dignidad está claro que debe de ser lo que marque el límite… ¡¡¡a todo!!! La dignidad parte del respeto a uno mismo y si ésta se ve ultrajada, sea por quien sea, incluso por la persona con la compartimos nuestra vida debemos pararnos a mirar si esa o esas personas nos merecen la pena. Nuestra autoestima y nuestra salud mental está en juego.
Hay un párrafo muy apropiado en el libro “Amar o depender” de Walter Riso, que viene a decir, de memoria ahora no lo recordamos, que de la persona que nos hace daño debemos alejarnos, no importa si nos hace daño porque es torpe, porque no es consciente de lo que está haciendo, porque es malo, porque no sabe hacerlo mejor…el motivo da igual, tu habrás de alejarte.
En Albora Bide cuando vemos ultrajada la dignidad de alguna de las partes de la pareja siempre les hacemos la siguiente pregunta: ¿Verdad que si viene alguien hacia ti blandiendo un cuchillo, echas a correr? No te paras a preguntar si ha tenido mala infancia, si se está equivocando de persona… ¡qué va! ¡Saldrías corriendo! Entonces…¿por qué te quedas si tu pareja no deja de hacerte daño?.
¿Por qué consientes en ser el cubo de la basura de alguien? La dignidad es lo único que tenemos y es totalmente diferente del orgullo. En el orgullo porque al otro le caiga una piedra encima somos capaces de tirarnos un tejado sobre nosotros, en la dignidad porque no caiga la piedra seriamos incapaces de tirar un tejado sobre el otro.
A veces, hay que pasar de lo que sentimos hacia el otro y recordar que lo que más necesitamos no es “Un te quiero”, sino “Un me quiero”. El amor no se puede mendigar. Nos estaríamos traicionando a nosotr@s mism@s.